Planeado no es igual a bien planeado: diseña humanidad, no renders
- Marina Rocarols
- 13 jun
- 3 Min. de lectura
En el mundo inmobiliario, diseñar un producto con una identidad muy marcada —ya sea por estilo arquitectónico, discurso de #sostenibilidad o estilo de vida aspiracional— puede ser un arma de doble filo. Por un lado, crea un mensaje fuerte, coherente, alineado con un tipo de comprador. Por el otro, cuando el #nicho es pequeño y el ticket alto (léase: precio por metro cuadrado elevado), la absorción se ralentiza. Mucho.
El error común es seductor: crear un desarrollo con mucha #identidad, diseño cuidadísimo, discurso eco-friendly y una narrativa inspiracional que atraerá —supuestamente— a compradores alineados. Pero si ese nicho es demasiado estrecho y el ticket demasiado alto, el stock se enfría. El tiempo de #absorción se alarga. Y el Excel ya no sonríe.

Eso no significa que diseñar para nichos esté mal. De hecho, es lo contrario: ahí está el potencial transformador del real estate. El problema es cuando se hace sin tener los pies en la tierra (o en los datos).
Porque hay algo más importante que la estética o el “lifestyle”: ¿qué tipo de comunidad estás facilitando con lo que construyes? ¿Qué tipo de relaciones van a nacer ahí, cómo se va a vivir ese espacio más allá del render?
Construir inmuebles es una cosa. Tejer humanidad es otra muy distinta. Pero ambas ocurren en el mismo lugar. Y si no se entiende eso, se corre el riesgo de que todo quede bonito pero vacío.

Durante años, se ha reducido la #planificación urbana y el desarrollo inmobiliario a una cuestión de estratos socioeconómicos: “¿quiénes serán mis vecinos?”, como sinónimo de “¿cuánto ganan?”. Esa mirada, además de clasista, es sociológicamente miope y muy poco creativa.
Hoy existen estilos de vida emergentes que no tienen dónde #vivir: personas que valoran la naturaleza pero no quieren aislarse, que trabajan en remoto y buscan #comunidad, que crían hijos sin pantallas o cocinan con fermentos raros. Son reales. Y quieren casas, pero también sentido.

El reto —y la oportunidad— está ahí. No copiar el próximo desarrollo exitoso de moda, dejar de pensar solo en #tipologías y entender qué humanidad quieres activar con tu proyecto. ¿Qué valores compartirán? ¿Qué dinámicas surgirán? ¿Es un lugar para la contemplación, la colaboración, la expansión? Porque construir casas puede hacerlo cualquiera. Crear un lugar donde las personas florezcan, eso es otra historia.

Hay que afinar la mirada. No todos los nichos valen por su poder adquisitivo. Hoy existen decenas de estilos de vida emergentes que todavía no encuentran su lugar en el mercado: gente que quiere criar #hijos sin gritar, trabajar en remoto sin estrés, reconectar con la tierra sin volverse hippie o simplemente vivir sin sentir que están actuando en un anuncio de perfume. Comunidades que buscan #propósito, arte, silencio, biodiversidad, crianza respetuosa, espiritualidad, trabajo remoto o activismo climático. No todo es lujo, ni todo es #ROI inmediato. Hay espacio (y necesidad) para un real estate que piense más como antropólogo que como corredor de bolsa.

Porque una ciudad puede estar perfectamente planificada… y aún así ser hostil, inerte o impersonal. Lo que importa no es solo cómo se ve, sino cómo se vive.
Y eso, aunque no salga en los renders, define el verdadero #éxito de un proyecto.
Comments